El algoritmo intolerante
La filtración de Facebook revela que ya no elegimos la información; ella nos elige a nosotros
El último escándalo de Facebook vuelve a revelar la vulnerabilidad radical del usuario en las redes sociales. La empresa Cambridge Analytica se hizo a través de Facebook con datos personales de 50 millones de ciudadanos sin su consentimiento. Se trata de una empresa de marketing en redes que se anuncia como capaz de “cambiar el comportamiento de la audiencia mediante el uso de datos”. En efecto, los usó en la campaña de Trump.
Cuando hablamos de democracia, pensamos en votos e instituciones. Casi nunca nos planteamos su propósito básico: organizar la vida en común de gentes que piensan de forma diferente pero se gobiernan con idénticas leyes. La democracia es, antes que nada, ese debate de puntos de vista opuestos: el “gobierno por discusión”, por decirlo con John Stuart Mill. Cambiar “el comportamiento de la audiencia” significa cambiar las reglas de la razón pública y en última instancia de la democracia misma. El algoritmo constituye el secreto mejor guardado de compañías como Facebook y redirige a la gente hacia aquello que ya piensa y cree. Llamémosle el “algoritmo intolerante” para no perder de vista cómo está triturando los cerebros y disolviendo el tejido sutil de las sociedades democráticas.
El algoritmo predice nuestro comportamiento: adivina que queremos saber más de lo mismo, pues forma parte de la naturaleza humana el sentirnos cómodos con los afines. La disonancia cognitiva nos hace restar credibilidad a aquellas opiniones que contradicen las nuestras y conceder más peso a quien refuerza nuestras creencias.
Resume, pon ligazón a nova e algunha imaxe
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